A esta altura, la mayoría conoce el universo de la serie Game of Thrones. Se puede decir que ya nada –o pocas cosas- pueden sorprender al espectador; todo es posible en esta realidad fantástica creada por el cínico y genial George R.R. Martin. Pero entre tantas muertes, personajes, dragones, hechos sobrenaturales y un montón de situaciones emocionantes más, se esconde una extraña historia de amor, quizás platónica, real o nula, pero que está en el aire al fin.
Jaime Lannister es un chico “bien”, de una familia rica y poderosa, fachero, con mala fama por haber matado a un rey o arrojado a un niño desde lo alto de una torre, o de esos que esconden una oscura vida paralela de incesto con su hermana gemela, y haber tenido tres hijos con ella, quién estaba casada con el rey de turno al que justamente estos chicos le decían papá. Pero a pesar de todo, el valiente Jaime –o Kingslayer como lo conocen en los Siete Reinos- es un buen tipo. Sí, habrá cometido sus tantos crímenes, pero en el universo de GoT no hay buenos ni malos, si no que están los que sobreviven. Justamente, él es lo que es por ser un hombre recto, de honor, firme en sus convicciones y que a través de esa faceta oscura esconde un alma bondadosa.
Brienne of Tarth no es la heroína convencional ni la clásica “chica Bond”. A pesar de lo subjetivo que pueda resultar esto, ella no es la típica mujer bonita, sino que es bien robusta, cero coqueta, es desalineada, pero por sobre todas las cosas una guerrera, un as con la espada en un universo dónde el sexo opuesto suele ser el guerrero, por lo que ella pasa a ocupar -por momentos- el lugar de un hombre, y es mucho más fuerte e inteligente en el campo de batalla que muchos de ellos. Ella es una servidora fiel si es que las hay, de palabra hasta la muerte, callada y malhumorada de a ratos, de personalidad fría, pero a su vez esconde una personalidad muy sentimental.
Sí, dos seres de universos totalmente diferentes, pero el destino los cruzó. Quizás no en la situación ideal, ya que ella al servicio de Lady Stark lo tuvo que escoltar a él como prisionero, pero bueno, hay quienes todavía dicen que “los que se odian se aman”. Nada era tan simple, Jaime, un ser totalmente arrogante siempre se las hacía todas difíciles a la pobre Brienne, pero quién sabe por qué o por esos destinos bizarros de un Cupido embriagado, esta pareja tan despareja encontró algo en común.
Entre todo ese trayecto que hacen ambos, pasan por diversos obstáculos y de a poco van conociéndose, aunque hay un momento clave para esta relación. En el recordado episodio “The Bear and the Maiden Fair”, dónde Jaime –ya libre, pero prometiéndole a ella que liberaría a las chicas Stark-, luego de darse cuenta que había dejado en malas manos a Brienne, decide volver por ella. Una vez de vuelta se da cuenta que la estaban utilizado para un espectáculo en donde la habían puesto a luchar en un foso con un feroz oso. Cuando el Kingslayer observa esto y se da cuenta que diplomáticamente no podrá conseguir nada, salta a rescatarla y luego se la lleva con él a King’s Landing.
En fin, no es el estilo de Martin el de presentar relaciones muy románticas en el universo de Game of Thrones, es mas, todo tiende a tener un marco más carnal y a no progresar por diversas causas, pero ciertamente aquí hubo y habrá algo. Tal vez algún día Jaime se libre de Cersei, Brienne de su promesa de proteger a las hijas de Lady Stark, y esta pareja al fin sea posible. Todo puede suceder en esta serie: los White Walkers pueden matar a todos y dominar el mundo, Jon Snow revivir en ya no se sabe qué forma y ser “el elegido”, o Daenerys junto a sus dragones algún día ocupar el trono. Sí, todo puede ocurrir y eso es lo interesante de GoT, como también esta historia de amor latente entre dos personajes de mundos tan distintos, una fábula de guiños, miradas, que todavía no se forjó tangiblemente, pero que está ahí y suceda o no en la ficción, se percibe que “algo” hubo entre ellos.