Cambiar para mejorar
PUNTAJE: 8
Tal vez en busca de llenar un espacio que pronto dejaría vacío Mad Men, una de las series emblema de su programación, la cadena AMC, el canal que fue el hogar de Breaking Bad y aún lo es de The Walking Dead y Better Call Saul, estrenó en 2014 una nueva propuesta: Halt and Catch Fire. Llegó con el anuncio de que los primeros episodios estaban dirigidos por el argentino –y oscarizado- Juan José Campanella, que estaba ambientada en los años ochenta, y que se centraba en la vida -ficcional- de un grupo de personas que innovaron en el campo de la tecnología en aquella época. Sin embargo, entre tanta oferta dando vueltas, tenía que diferenciarse o tener un extra para sumarla al calendario de series porque, vamos, no podemos vivir de mirar series (¿o sí). En aquél momento, los comentarios sobre la calidad del producto fueron dispares. Pero aún sin gran apoyo por parte del rating (ni tampoco de la crítica), luego de su primera temporada, AMC decidió renovarla para una segunda vuelta. Y entonces llegamos al punto que nos interesa: hace algunas semanas terminó su segunda temporada, que adoptó cambios importantes en su guión y en los personajes en los que se centró, y esta vez fue alabada por la crítica especializada –y por los fans- y hasta fue proclamada “uno de los mejores dramas del año” en diversas publicaciones internacionales. Y es que Halt… es uno de esos casos de serie que aprendió de sus errores, luego “se la jugó” y le salió bien, al menos en una segunda entrega.
Halt and Catch Fire está ambientada a principios de los años ochenta y su primera temporada se centra en el dúo conformado por dos hombres, Gordon Clark (Scoot McNairy) y Joe McMillan (Lee Pace), a quienes muchos han comparado con una especie de Walter White y una copia de Don Draper, respectivamente. Y sí, al principio la serie presentaba ciertas similitudes a los hits de AMC, y parecía que ese era el camino a seguir. Gordon, un genio menospreciado en su trabajo, con varios fracasos en su haber, casado con Donna (Kerry Bishé), una ex ingeniera devenida en empleada de una empresa de software y ama de casa, y con dos niñas, sumido en la rutina de la familia tipo norteamericana. Hasta que un día aparece en su vida Joe, un ex ejecutivo de IBM, un vendedor nato, visionario, soberbio y manipulador, que hará lo que sea para lograr su objetivo de triunfar en ese ámbito tecnológico, y que lo convence de sumarse a su idea exitosa: crear una computadora portátil. Para ello, contrata a Cameron Howe (Mackenzie Davis), una joven programadora punk rebeldona brillante, quien es seducida por la promesa de este proyecto de McMillan (y también por sus encantos) que promete ser complicado pero revolucionario.
Con esta premisa parte la primera entrega, que pone el foco sobre todo en esta pareja de personajes masculinos y el devenir de su empresa. Con el correr de los episodios, el personaje de la esposa de Gordon toma otra dimensión y un mayor protagonismo, pero siempre sigue la historia concentrada en los dos machos, en su relación entre ellos y con su socia Cameron. Es un camino repleto de obstáculos y las relaciones personales sufren las consecuencias: el interés amoroso principal está puesto en el vínculo pasional de Cameron y Joe, ambos personajes intensos, con determinaciones fuertes y que comparten una historia de amor que, muy a pesar suyo, llevan a la ruina. Gordon y Donna, por su parte, también lidian con la nueva situación en su hogar, cuando él pasa a trabajar incansablemente y con un objetivo que, por momentos, parece inalcanzable. Hasta ahí, la serie no se destacaba por sobre la media de otras de su género. Si bien era visualmente atractiva (la estética ochentosa, sobre todo el uso de la música, suma bastante), y con buenas actuaciones, la historia no iba más allá de los elementos suficientes como para mantenernos en vilo pero sobre todo por saber cómo seguiría esta locura del mundo de las innovaciones en las computadoras portátiles, las redes y la incipiente internet, ahora que la revolución tecnológica y cultural por venir estaba en estado latente.
Pero entonces llegó una segunda temporada y la serie hizo una movida arriesgada: adoptó una nueva configuración y el foco pasó a estar en los personajes femeninos. La acción continúa en 1985, un año y medio desde donde había quedado la anterior, y ahora Donna y Cameron unen fuerzas en un nuevo emprendimiento comunitario llamado Mutiny, que en principio se basa en una plataforma de juegos online, pero que con el paso del tiempo muta a salones de chat y nos introduce en la era de las relaciones virtuales, algo de lo que vivimos hoy en día como si fuera algo “natural”. Joe mantiene otra relación lejos de Cameron -y del mundo que lo devastó- ; Gordon disfruta de bonanza económica tras su éxito comercial, y se dedica a cuidar a sus hijas y estar en el hogar, en una inversión de roles con su esposa. Y es acá donde la serie gana, y suma mucho, con esta alteración de protagonismos, con la atención puesta ya no tanto sobre esos personajes masculinos, si no sobre las mujeres que lideran este movimiento que bien podría resultar revolucionario en la industria tecnológica de los ochentas. La serie cambia y podríamos decir que es otra, mucho mejor, con un ritmo que no da respiro. Las relaciones personales se trastocan, hay muchas situaciones de riesgo por la nueva compañía que intentan llevar adelante estas dos mujeres y sus colaboradores, etc. Además, en un interesante cambio de problemáticas, la serie se mete de lleno con situaciones personales complejas vinculados a la decisión de un aborto o no, a si es válido realizar una venganza personal a un ser querido o no, a si vale la pena jugarse por un nuevo amor o en cambio hacer prevalecer la carrera profesional, pero todo despegado de la nota melodramática más acentuada en la primera temporada. También nos muestran a un Joe más vulnerable, que es capaz de arriesgar su nueva y lograda estabilidad emocional y económica por “hacer las cosas bien”, pero que puede volver a traicionar porque es lo que todos le indican que “sabe hacer”, mientras Gordon batalla contra su condición mental particular que le dificulta absolutamente todo en su vida personal y familiar, y también toma decisiones importantes sobre cómo seguir adelante. Pero estos hombres ya no son copias mediocres de un White o un Draper, son otros personajes, con sus tribulaciones y su peso propios, y envueltos en un contexto en el que dos mujeres fuertes ahora deciden los destinos empresariales que finalmente tendrán orientación hacia Silicon Valley. Caos es la palabra clave de esta temporada, pero abordado desde una óptica diferente a la primera, con actuaciones sólidas, gran calidad narrativa y una estética muy cuidada, acorde al buen nivel con el que cerró sus 10 episodios, tal vez los últimos que veamos de esta serie.
Celebramos el cambio en el rumbo de la historia creada por Christopher Cantwell y Christopher C. Rogers, con el nuevo foco puesto en las protagonistas y el desarrollo de su innovadora compañía. Y pedimos a los canales más temporadas de series dramáticas como la segunda de Halt And Catch Fire, porque queremos –y merecemos- una mejor televisión.
Mientras esperamos actualización con respecto a si AMC renovará o no la serie (al día de hoy, una de sus protagonistas, Kerry Bishé, aparecerá en una nueva serie para otra cadena), les dejo las playlists de la excelente banda de sonido digna de la época.
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