La gata y el ratón
Cuando las series televisivas dejaron de reflejar el estado de la carrera armamentista del final de la guerra fría y comenzaron a trabajar, por un lado, el costumbrismo de la cotidianidad familiar y escolar, y las nuevas ideas por otro, algunos productores pudieron armar un imperio con un puñado de programas.
Dentro de la nueva exploración de géneros, uno que había caído en el olvido era el de investigación/policial, que supo tener exponentes gloriosos e icónicos como “Columbo”, “Baretta”, “Starsky & Hutch”, en los años setenta, pero que durante la década del ochenta, en sus inicios, no hubo un envío que relevara la posta.
Así, Glenn Gordon Carton lanza “Remington Steel”, un programa como productor que volvió a jugar con el espionaje, el misterio, la pesquisa, algo que el público siempre acompañó, y que además de los índices de rating supo lanzar a la fama al hoy ya ex James Bond, Pierce Brosnam.
Aprovechando ese suceso, y subido a la popularidad del programa, Gordon Carton decidió ir más allá y creó “Moonlighting”, serie que durante cinco temporadas fue la punta de lanza del resurgimiento de las series en el prime time mundial.
Moonlighting aggiornó la clásica buddy movie, pero apelando a la tensión sexual entre dos compañeros de trabajo, que deben superar todas sus asperezas para funcionar como equipo. El mayor acierto, y el que llevo a la serie a permanecer hasta el final como una de las preferidas, fue su cast encabezado por el por entonces ignoto Bruce Willis, y la siempre vigente Cybill Shepherd, quienes se pusieron en la piel de David Addison y Maddie Hayes, la pareja protagónica.
La trama inicia en el piloto con la sorpresiva noticia para la modelo de que todo su dinero había desaparecido de un momento a otro por una inescrupulosa maniobra de su contador. Desesperada, ya que además de pertenecer a la elite de la farándula, no quiere cambiar su estilo de vida, Maddie comienza a recorrer las empresas “fantasmas” en las que alguna vez invirtió como para ver si es viable sacar algun rédito de ellas. Así es como llega a Blue Moon, una agencia de investigaciones en la que David “maneja”, por decirlo de alguna manera, todo. Pero al ver que no es otra cosa más que una fachada, Maddie le da un ultimátum para que consiga un caso que permita comenzar a generar ganancias, o caso contrario la firma será vendida.
Ese primer caso aparece y Maddie terminará involucrada en él, ayudando a David, quien por sí solo no puede manejar nada. Y en ese primer caso, el manifiesto de la serie se presenta: un juego de caza al estilo gato y ratón, que terminará por generar la dinámica necesaria para que el programa avance en el relato.
En Brasil la serie se llamó “La gata y el ratón”, aludiendo no sólo a la belleza felina de Shepherd, sino a la sagacidad que poseía el personaje de Maddie para encontrar las claves para resolver los casos. El ratón, claro, es David, quien siempre se mueve rápidamente y encuentra los recovecos necesarios para determinar si la dirección de la investigación es la correcta o no.
El jazz como banda sonora, la noche como el escenario ideal para que David y Maddie trabajen, pero también se acerquen peligrosamente, se persigan, se histeriqueen, se enamoren, formen una familia y vuelvan a separarse, la participación de actores y actrices que luego trascendieron la pequeña pantalla, el tratamiento cinematográfico de la imagen y, principalmente, el contrapunto entre los protagonistas, hicieron de “Moonlighting” la serie preferida de toda una generación.