Amazon lo hizo de nuevo
PUNTAJE: 8
En materia de series bien originales, este es el año de Amazon, sin dudas. La plataforma que ya nos dio la genial One Mississippi y otra encantadora tercera temporada de Transparent, sumó una nueva propuesta que llegó desde el otro lado del océano, de la mano de una joven británica que se las trae: Phoebe Waller-Bridge, quien es la creadora -y protagonista- de un monólogo de teatro tan exitoso que llegó a la pantalla en forma de serie.
En este año en donde vimos cantidad de series que estrenaron y pasaron al olvido, Fleabag se destaca en el panorama actual. Con esta fórmula de dramedy de treinta minutos -que tan bien le sienta a las producciones de Amazon– llegaron los seis episodios de esta serie cuyo personaje principal es una chica, cuyo nombre desconocemos, muy elocuente, una treintañera que habla –y tiene- mucho sexo, que siempre busca divertirse, sin medir las consecuencias, que maneja un negocio sin ningún tipo de responsabilidad, y que lleva una vida caótica la mayor parte del tiempo. Cuesta lograr empatía con este personaje tan particular y, sin embargo, al finalizar la temporada, es difícil no haber cambiado de parecer. En principio, estamos frente a una antiheroína, una mujer que no busca complacer a nadie más que a sí misma; comete todas las macanas posibles, y que persigue un camino de autodestrucción que se puede vislumbrar desde el comienzo, pero que se afianza con el correr de los capítulos.
Fleabag es distinta a muchas otras series. Su protagonista femenina es muy peculiar, y está más emparentada a las complicadas Quinn y Rachel de UnReal, o Christine de The Girlfriend Experience, que a otros personajes de mujeres más “tradicionales”. Tiene un tratamiento muy sincero de ciertos temas, como algunas cuestiones de sexo y/o propias del universo femenino, que tal vez incomoden a los más conservadores. Aborda una relación entre hermanas (amor-odio) de un modo muy íntimo, y expone un vínculo familiar disfuncional de la manera más insostenible y absurda posible. Además, hay una interpelación directa a los televidentes cuando se rompe “la cuarta pared” y la protagonista nos hace parte de su historia.
Hay una trama que aparece tímidamente al principio, apenas insinuada, pero que toma importancia luego, para aplastar con contundencia sobre el final. Como espectadores somos testigos de lo que aflora en la superficie. En el fondo, como siempre, lo que subyace es duro y difícil de afrontar. Un hecho doloroso, un proceso desequilibrado de duelo y crecimiento, con dosis de humor ácido (súper ácido), y momentos de profunda oscuridad. Todo esto le da marco a los gestos de la actriz que dice esos diálogos con vehemencia y se adueña de las escenas. Todo el elenco acompaña acorde, con algunos momentos destacados de Olivia Colman, como la madrastra insoportable, y su hermana Claire, su opuesto complementario, interpretada por Sian Clifford. Es fácil imaginar cómo esta serie fue estructurada como monólogo teatral en primera instancia.
Con algunos episodios mejores que otros, pero con un saldo general muy positivo, Fleabag es una de esas series que dejan marca, ya sea por su estilo narrativo, como por su historia en sí misma, o por la gran actuación de su protagonista en el papel de esta joven “fleabag” (que, en slang inglés significa algo así como “persona que no le gusta a nadie”). No es mainstream y probablemente no lo será. Es drama, es comedia, es todo junto, igualito a la vida misma. Sin dudas es de esas series que no deberían pasar desapercibidas para cualquier seriéfilo ávido de buenas producciones.