Cuando la oscuridad se esparce como la sangre
PUNTAJE: 7
Llegó a su fin la tercera y anteúltima temporada de The Strain, la serie creada por Guillermo del Toro y Chuck Hogan basada en la Trilogía de la Oscuridad.
Para los que nunca la vieron, The Strain narra la historia de un Boeing 767 que llega a Nueva York con casi todos los pasajeros fallecidos a causa de un virus desconocido. Los pocos sobrevivientes comienzan a transformarse en Strigoi, una especie de vampiros que no solamente succionan la sangre, sino que convierten en Strigoi a aquellos que son mordidos, comenzando una epidemia difícil de parar. Todos son controlados por un ser maligno que habita en un cuerpo que ha sobrevivido al paso de los siglos, simplemente conocido como El Maestro.
Esta relectura del mito de Drácula –hay varios puntos en común- tiene como protagonistas a Ephraim Goodweather –Corey Stoll– un bacteriólogo dispuesto a encontrar una vacuna, pero que lleva a cuestas un pasado como alcohólico, y cuya mayor debilidad es su hijo Zach. Junto a él, está Abraham Setrakian –David Bradley– un sobreviviente del holocausto que ha perseguido por décadas a El Maestro.
Esta raza de vampiros al principio atacan a sus familiares directos. La sangre los atrae, especialmente si es congénita. Por eso cuando Kelly, la madre de Zach, es infestada, el primer objetivo de ella es su hijo. Durante casi dos temporadas Ephraim evita que Kelly se lleve a Zach pero, al final del segundo año, y tras la muerte de Nora, colega y ex amante de Ephraim –interpretada por la argentina Mia Maestro– el niño decide seguir a su madre.
Si algo define a los finales de temporadas de The Strain es su tono pesimista. Aún cuando la mayoría de los protagonistas no infestados sobreviven, no logran salvar a Nueva York. La primera temporada sirvió para plantar la base de la historia. Atractiva, pero no demasiada alejada de cualquier otra película de zombies –los Strigoi son como vampiros, pero funcionan como una masa, lo que las emparenta más con las películas de George Romero o Guerra mundial Z, que con todos los derivados de la novela de Bram Stoker– y por esto no pasaba de ser una serie entretenida, aunque con poco “gancho” emocional.
La segunda temporada, en cambio, tuvo más la firma de Del Toro. Cada personaje empezó a mostrar diferentes capas y facetas. Apareció la mano de Carlton Cuse –guionista de Lost– para aplicarle mayores ambigüedades a los protagonistas. De esta forma, se pudieron conocer mayores detalles sobre el pasado de Setrakian y su relación en los campos de concentración con Eichorst, el ex nazi, ahora Strigoi mano derecha de El Maestro –maravilloso Richard Sammel– o demostrar que Eldritch Palmer –Jonathan Hyde– el filántropo que financia el apocalipsis de El Maestro, a cambio de que le alargue la vida y le cure su discapacidad física, no es tan malo y tiene corazón. Así, también, ganó complejidad Vasily Fest –Kevin Durand– el fumigador que demostró tener un perfil sensible y muy inteligente. También se enriquecieron Gus –Miguel Gomez– con la aparición de Ángel –Joaquín Coslo– y Dutch –Ruta Gedmintas– la hácker con más nobleza de la que simulaba tener en la primera temporada. Dos personajes se incorporaron que nutrieron a la serie con fuerza: Mr Quinlan y Justine Feraldo –Samantha Mathis– la pata política, capaz de ayudar a Ephraim y Setrakian a destruir a los vampiros.
Después de la muerte de Nora, Ephraim, que ya había mostrado su lado oscuro, volvió a la bebida. Ya sin Zach, lo único que le interesa es recuperar a su hijo pero las vacunas se destruyeron.
Salvo por el capítulo First Born –que narró el origen de Mr. Quinlan- los primeros cinco episodios de la tercera entrega no tuvieron el ritmo vertiginoso y la densidad dramática que caracterizó a la segunda temporada. Por suerte, a partir del sexto episodio The Battle of Central Park, los capítulos comenzaron a mejorar, y los dos últimos episodios brindaron bastantes emociones.
Todo parecía indicar que, pese a las bajas, los buenos le ganarían la batalla al Mal. Pero si hay algo que distingue a The Strain es su dualidad, y el peso desequilibrante de esta temporada fue Zach. La venganza fraternal es la más dulce de todas, y los pecados de Ephraim como padre ausente, los pagó toda Nueva York.
Aún cuando esta tercera temporada no estuvo a la altura de la anterior, vale la pena recalcar que el involucramiento de Carlton Cuse en la dirección y la escritura de varios de los guiones, sirvió, especialmente en la segunda mitad, para darle mayor vida cinematográfica a la serie, que aún cuando sigue un patrón televisivo, no le escapa al gore ni al sexo –aunque no haya desnudos como las series de HBO- y tampoco al valor sentimental, que tiene mayor peso del que aparenta, y no por las subtramas románticas, que son bastante banales, sino por aquellas más fraternales, ya que varios de los sobrevivientes estuvieron a punto de perder su vida en manos de sus madres, padres o hermanos.
Es una serie que, aún con sus esquematismos, ciertos clisés y estereotipos, criticó los prejuicios raciales, la xenofobia, misoginia y homofobia que imperan en la sociedad estadounidense. La mayoría de los protagonistas pertenecen a una “minoría social”. Ya sean inmigrantes latinos como Gus o Ángel, europeos –Setrakian y Fest- o gays como Dutch, The Strain es una serie políticamente correcta en tiempos incorrectos. ¿O debería decirse al revés? Incluso, el personaje de Feraldo fue una forma de apoyar la candidatura de Hillary Clinton. Casual o no, el fallecimiento del personaje y la derrota de la candidata demócrata apoyan la metáfora de la última imagen de la temporada. La sociedad viviendo debajo de la superficie, los chupasangre conquistando el pavimento, y la oscuridad tapando el Sol.
Premonitora o no, el final de temporada de The Strain dejó un sabor amargo, demostró como el factor humano, la sangre y los sentimientos, determinan nuestro futuro y nuestras decisiones. El destino de la humanidad se definirá de qué manera un padre debe reconciliarse con su hijo. Esta premisa, definitivamente, es brillante.
Del Toro, Hogan y Cuse han dicho que la cuarta temporada va a ser la última y aclararon que no fue una decisión del canal FX por un descenso en el rating, sino que así la habían predeterminado ellos. Supuestamente, cada temporada iba a ser la adaptación de cada una de las novelas, pero ellos decidieron alargarla para profundizar cada conflicto y darle a los fans el final que merecen. Veremos si eso será posible. Mientras tanto, ya saben, por las dudas no descuiden la relación con sus hijos: el futuro está en sus manos.