[Review] «Santa Clarita Diet» Temporada 1

La muerte le sienta bien

PUNTAJE: 7

El gore está de moda. Santa Clarita Diet, la nueva serie de Netflix, protagonizada por Drew Barrymore y Timothy Olyphant, es una divertida comedia negra cuya principal temática es la adaptación de una familia típica estadounidense ante circunstancias extraordinarias.

Una mañana como cualquier otra, Sheila Hammond –excelente debut de Drew Barrymore en la pantalla chica- madre y vendedora inmobiliaria, sale con su marido Joel –sorprendente faceta  comediante de Olyphant- a mostrar una casa. Durante la exhibición, ella vomita. Vomita mucho. Entre la inmundicia que le sale de adentro del cuerpo, está una pequeña bola roja.

Así son los primeros minutos de Santa Clarita Diet, comedia ubicada en una pequeña comunidad suburbana de Los Angeles. La familia la completa Abby –notable rol de la joven Liv Hewson – una adolescente que comienza a atravesar su propio coming of age. Los Hammond son vecinos de dos familias como la de ellos, cuyas figuras patriarcales son un comisario –Ricardo Chavira – y un oficial –Richard T. Jones-. El primero tiene un hijastro adolescente, Eric –Skyler Gisondo – nerd estereotipado y amigo de Abby, que se transforma en esencial para el desarrollo de la narración.

El comportamiento de Sheila comienza a agravarse a partir de que va sintiendo una inusual atracción por comer carne cruda. Pronto su entorno –Joel, Abby, Eric- descubrirán que de alguna manera, Sheila murió y se convirtió en zombie.

Evitando los lugares comunes del género zombie –especialmente las recientes IZombie o The Walking Dead– la serie creada por Victor Fresco –veterano guionista de comedias para televisión desde Alf hasta My name is Earl– hace énfasis en el proceso de adaptación que debe desarrollar una familia ante la enfermedad de su figura matriarcal. El mecanismo que elige Fresco es bizarro y absurdo porque los Hammond no solamente deben modificar sus hábitos de vida, sino también su moral.

Sheila pasa de comer carne cruda a alimentarse de carne humana, y para eso decide –junto a Joel- cometer una seguidilla de asesinatos a gente “mala”, incluso brindando un “servicio” a la comunidad. La serie decide no dar un juicio de valor. Por el contrario, en termina justificando desprejuiciosamente cada crimen, provocando al espectador desde el mandato social hasta la visceralidad visual.

Los productores –que incluyen a la pareja protagónica- seleccionaron a Ruben Fleischer para dirigir los primeros dos episodios. Vale recordar que el mayor éxito del director sigue siendo el film Tierra de Zombies que comparte el humor, la ironía y la idea de familia disfuncional que invade Santa Clarita Diet.

Y si bien el piloto pone la vara del grotesco y absurdo bien alta, el desarrollo y arco narrativo de cada personaje –especialmente el de Sheila- justifican el formato serie para explorar este hermoso microuniverso creado por Fresco.

La historia se complejiza a medida que se van sucediendo los asesinatos, y el contraste entre la caracterización de personajes femeninos fuertes que escapan a los estereotipos contrasta con la debilidad de los masculinos, que se ven humillados ante la evolución de su contraparte sexual. De hecho, la vigorosidad erótica y energética de los personajes “enfermos”, también modifica su apariencia física con tal grado de sutileza y subtextualidad, que los guiones deciden dejarlo pasar.

Esta primera temporada decide no hacer foco en el misterio –cómo, por qué, qué- que además comienza a tomar ribetes míticos que recuerdan a The Strain, sino en la evolución de los protagonistas, la manera que reaccionan y reflexionan –con un intertextual grado de autoconciencia- sobre lo que están experimentando, pero sin descuidar en ningún instante la crítica política y social a la cultura conservadora de los suburbios.

Como si Desperate Housewives se cruzara con La noche de los muertos vivos, Santa Clarita Diet, es una mancha a la sociedad perfecta, y se arriesga a entregar a la televisión un tono de absurdo que no se veía desde Arrested Development: seco, cortante, frío, cínico pero tierno al mismo tiempo. Los protagonistas tienen corazón y rápidamente generan empatía con el espectador.

A lo largo de diez capítulos de aproximadamente media hora, la serie irá diversificando su estructura, sorprendiendo positivamente con personajes que no son lo que aparentan y giros bizarros más emparentados a Ash Vs Evil Dead, que a una típica sitcom. Lo cierto es que lo fantástico también sirve de excusa para explorar los valores, la unión y el apoyo de, y hacia, la familia en circunstancias que sobrepasan la razón y el sentido común. Más allá del miedo, los personajes siempre tienen un remate sólido, efectivo y humorístico para cerrar un gag o secuencia.

La sátira a la autoridades, la legalización de la marihuana, la relación con los hijos mientras atraviesan la adolescencia, el amor a través de los años, la aceptación los sueños no concretados, criar un adolescente siendo todavía jóvenes, la crisis inmobiliaria, el bullying, la discriminación, el miedo y prejuicio a lo “diferente”,  y la formación de familias que escapan a los estandartes sociales de hace 20 años, son temas “importantes” que pasan sutilmente, en forma fluida, pero sin la pretensión de levantar polémica bajo el radar de Santa Clarita Diet, confirmando que es una serie más profunda e ingeniosa de lo que aparenta.

Gracias a la calidez de sus protagonistas, la fortaleza de sus guiones y la libertad creativa para no estancarse ni caer en previsibles lugares comunes, Santa Clarita Diet va a ser uno de los platos fuertes de la temporada de Netflix de este 2017. Buen provecho.


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