Qué lástima pero adiós
PUNTAJE: 4
El derrotero de The Walking Dead, la serie de zombies más vista de la televisión en todo el mundo, ha sido siempre irregular, y esta séptima entrega emitida por FOX no fue la excepción. Los 16 nuevos episodios quedan deslucidos tras las dos sólidas temporadas previas (la 5 y 6 se destacan por sobre el resto de la serie), y la historia postapocalíptica que se cuenta se torna aburrida y de menor calidad narrativa.
Esta nueva temporada contó con el protagonismo de un nuevo «villano de turno», que ya había sido presentado de la manera más brutal posible a fines de la sexta: el salvaje Negan (interpretado por el carismático Jeffrey Dean Morgan) junto a su bate de béisbol Lucille, que conforman un dúo sediento de sangre, y su armada fiel, los «Salvadores». Negan viene a ocupar el vacío que había dejado el gran Gobernador (David Morrissey) de las ediciones previas, y este tal vez haya sido uno de los principales problemas (muy a pesar de las expectativas que se generaron por ser uno de los personajes más anticipados por los seguidores del cómic), ya que no estuvo a la altura de las circunstancias. No hubo una indagación acerca de los motivos que guían la crueldad de Negan, por qué mata -y lo hace de forma despiadada- y aquí de nuevo es inevitable la comparación con el Gobernador, a quien sí se le dedicó buena cantidad de escenas en explicar los motivos personales y origen de su derrotero maldito. En cambio, Negan es cínico y está casi al borde de la sobreactuación payasesca; el personaje no logra entablar una conexión emocional y solo se remite a la amenaza y acción de dar el golpe mortal más espantoso. Pura brutalidad, cero sustancia.
En cuanto al resto de los personajes, en esta temporada el foco estuvo puesto en gran parte en las mujeres, y eso fue quizás su punto a favor. Maggie, una vez que su tragedia personal se acrecienta, se alza como líder natural de Hilltop. Tara, Rosita y Sasha, con sus tribulaciones y desaciertos, son el motor que impulsa la mayoría del relato, sobre todo de la segunda mitad. Sin embargo esto no es suficiente para que las tramas sean atractivas. Rick Grimmes (¿el personaje más herido físicamente en la historia de las series?), no tuvo mucho desarrollo en esta entrega, salvo en su deseo de venganza latente, que se hace manifiesto sobre el final. Ni siquiera su relación amorosa con Michonne, uno de los personajes más fuertes de la serie, logró una conexión emotiva que se sostuviera en la pantalla.
Los nuevos nombres como Ezequiel y su tigre Shiva, los «chatarreros», las mujeres que viven cerca del mar, es decir, todas las comunidades nuevas para la serie, no fueron más que un aporte para la construcción de un relato basado en la «gran guerra» que iba a librarse, una línea narrativa que se estiró demasiado hasta el último momento, en donde finalmente hubo acción (o el comienzo de ella). Sin cliffhangers que corten la respiración esta vez, y con recursos emotivos que por momentos se sintieron un tanto forzados para el estilo de la serie, The Walking Dead se despidió con un tono más sentimental a diferencia de otras season finale.
En síntesis, la séptima temporada de The Walking Dead deja la vara baja para lo que vendrá. Perdida en argumentos poco interesantes, con un villano inconsistente, y más preocupada por los impactos de ciertas muertes y la construcción de la guerra por venir, en vez de profundizar en ciertas tramas dramáticas y personajes que empujen el relato, la factura de esta última entrega no fue satisfactoria. Queda todo por mejorar.
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