Los chicos necesitan ser escuchados…
PUNTAJE: 5
La serie 13 Reasons Why fue el sorpresivo nuevo éxito de Netflix. Este drama adolescente encendió la polémica al incluir temas como el bullying (una de las primeras causas de depresión y sufrimiento entre adolescentes) y el suicidio en forma gráfica.
Inspirada en la novela 13 Reasons Why de Jay Asher, se trata de una crónica sobre los 13 motivos que llevaron a una joven de 17 años a cometer suicidio. La serie, cuya adaptación corrió por cuenta de Brian Yorkey, y la producción de Selena Gómez y Tom McCarthy (En primera plana), decide reflejar aquello de lo que habla el libro, creando un universo hermético, explorando subtramas y personajes, generando un coming-of-age con final trágico, pero anticipado, cuya meta es la “concientización” del mundo adulto y la atención de adolescentes.
La historia arranca con Clay –Dylan Minette- un joven de 17 años solitario, buen estudiante, retraído, que recibe una caja de zapatos donde encuentra siete cassettes con 13 lados, grabados por Hannah, una ex compañera del secundario que se suicidó semanas antes. En esos lados, Hannah –notable debut de la australiana Katherine Langford– le dedica cada uno a una persona distinta de su colegio, específicamente a un hecho particular, que le sumaron motivos para cometer el acto trágico.
13 conclusiones sobre 13 Reasons Why:
1.El tema supera al contenido: coming of age + bullying + suicidio + hipocresía social + violencia + abuso sexual. Todos temas “importantes”. La moralina está tan presente en primer plano que, por momentos, el espectador deja de sentir empatía por los personajes y la historia para centrarse en ¿qué haría yo en ese lugar?
2. Diversidad y corrección política: acorde a los tiempos que corren, el curso de Hannah –y por lo tanto cada lado de los cassettes- tiene personajes de diversas etnias, como para no ofender a ningún grupo social. Sin embargo, es tan obvia la intención de evitar los clisés típicos, que se termina indefectiblemente cayendo en otros. Aún así, la pareja protagónica es blanca y, aunque no son los típicos “galancitos”, igual hay un factor muy conservador de trasfondo.
3. El nivel interpretativo general es muy bueno. Minette es un actor casi veterano de la televisión –comenzó en Lost- y Langford es la revelación del año. Más allá de eso, la mayoría de los adolescentes seleccionados logran interpretaciones creíbles y contenidas. Una nueva generación que atrae más por su talento que por sus cualidades físicas. Entra dentro de cierto cálculo, pero la calidad es notable. Esto está apoyado por un buen nivel de actores adultos como Kate Walsh, Derek Luke, Brian D’Arcy James y el reaparecido Steve Webber.
4. Cada episodio tiene una estructura distinta. A pesar de que en cada lado de cinta Hannah le dedica unas palabras a un personaje distinto, no significa que ese personaje tenga el protagonismo absoluto del episodio. La serie se divide en dos tiempos: el presente, en el que Clay va escuchando los cassettes y reconstruyendo la vida de Hannah, y el pasado, con la joven como protagonista, adaptándose al nuevo colegio. Aún así, cada capítulo tiene su complejidad y no resulta completamente previsible.
5. Clisés, estereotipos y moralejas sociales. Aún cuando parece que le quiere escapar a los estereotipos, tampoco logra evitarlos, y se termina volviendo en su contra tanta corrección. Básicamente, aburre y termina siendo previsible que el millonario sea un ser solitario y malvado, el latino sea humilde –y parezca salido de West Side Story- y el flacucho nerd, el fotógrafo, casi émulo de Jimmy Olsen. Más allá de las referencias, esto no es Stranger Things, por lo tanto, el estereotipo distrae, tanto de la narración como del objetivo de la serie.
6. La clásica historia de amor y la chance de redención. Entre tantos personajes ambiguos, Clay, el protagonista, es retratado con demasiada benevolencia, cuando algo de culpa se debería llevar. Aún así, Clay y Hannah son esa pareja perfecta que no logran concretar su amor. Aún cuando el tema siempre es más relevante –junto con el “mensaje”- hay lugar para una clásica novela de tire y afloje. Y aún cuando es obvia, la química entre los dos personajes –y juegan a favor las actuaciones de Minette y Langford- también el espectador sabe desde el principio que realmente no van a terminar casados y con hijos. Sin embargo, la serie también habla de la posibilidad de redención y corregir errores. Casi como un sermón religioso, los personajes logran rápidamente superar los traumas, cambiando sus acciones.
7. Un universo extenso. Si bien es una serie que no necesita segunda temporada, debido al éxito repentino, ya se ha confirmado que regresará el año que viene. Más allá de cuál va a ser el camino que le deseen dar los creadores –no hay segunda novela-, pero lo que favorece a la producción es que crearon con efectividad un micromundo con personajes bien definidos, y donde quedan por profundizar los matices de los padres y responsables adultos del colegio, que apenas meten la cabeza en esta primera temporada. La responsabilidad es clara, pero aún no se hacen cargo.
8. Valoración retro contra nuevas tecnologías. Lo vintage y lo ochentoso sigue de moda después de Stranger Things. En la serie queda claro que los teléfonos celulares son armas de doble filo. Por otra parte, los protagonistas valoran los cassettes, los walkmans, las cámaras de film, las revistas impresas, los autos de los 60. Quizás es moda, o simplemente los creadores quisieron que este colegio tenga gustos retro, pero le aporta a la serie un pintoresquismo innecesario aunque colorido. ¿Tendencia real o adorno televisivo?
9. Cómo hablar vicios, sexo y otros temas tabú. Y acá está la polémica. 13 Reasons Why fue criticada, no por ser un poco despareja narrativamente, o convencional desde el punto de vista visual –mejor dicho, irregular- sino por la forma de encarar la violencia, la violación, las drogas y alcohol en adolescentes, y especialmente, el suicidio –de forma gráfica-. La sociedad estadounidense puede ser muy progre cuando quiere, pero todavía es muy conservadora en el aspecto visual. Es imposible que la forma de mostrar todos estos tópicos lleven a los adolescentes a concretarlos. Algo está mal en la sociedad si se le echa la culpa a la influencia de una serie, cuya moraleja es opuesta, sin metáforas ni poética. El lenguaje es directo, y prácticamente subrayado, y aún así es sutil. No hay un solo desnudo, se cuida la iluminación y varias escenas son bastante naif. Que el suicidio de Hannah tenga un poco, mínimo, de gore, no amerita la censura ni la privación. El asesinato de Zoe Barnes en House of Cards es mucho más violento. No se comprende por qué el hecho de que el personaje sea adolescente aterroriza más a los adultos. ¿Acaso Freddy, Jason o Michael Myers no asesinaban adolescentes? Ficción es ficción. Maduren.
10. La culpa y el miedo social. Si hay algo que está muy bien llevado a cabo es que los héroes no existen. La mayoría de los personajes tienen un grado de culpa interna que los lleva a ponerse sobre los hombros la externa. Ninguno es inocente, pero la serie intenta demostrar que cada integrante tiene un pasado y un presente que la protagonista desconoce o es prejuiciosa al respecto. De hecho, el mismo Clay debe enfrentar sus propios miedos y culpas para ajusticiar a Hannah.
11. Complejidad y paradoja banalizada. Quizás 13 capítulos es mucho para una serie de este tipo. Lo cierto es que le sobran muchos personajes y subtramas. Por querer contar tanto, muchos temas terminan por explicarse discursivamente, confiando poco en el lenguaje audiovisual. Entre tantas pretensiones y críticas sociales, combinado con la narración clásica de la que se argumenta más arriba, el tema se explicita. La serie no adquiere la suficiente sutileza para que el espectador saque conclusiones sin que haya un personaje forzadamente impuesto para dar las respuestas que el tonto no pudo comprender en el aire. Todo está resuelto, y por lo tanto, se banalizan un poco varios conflictos.
12. Un coming of age oscuro y pesimista. Generalmente es el género en clave de comedia dramática –y algo sexual- en donde los adolescentes descubren su identidad, empiezan a sentirse atraídos por otras personas, tienen deseos y decepciones, pero generalmente triunfan. Acá se ve interrumpido por la tragedia, lo que es una vuelta de tuerca interesante para el subgénero. Aunque sea para televisión, que la visión de la adolescencia como etapa de joda solamente no tenga ese optimismo que buscan los estudios cinematográficos, exhibe un cambio de paradigma.
13. Referencias detrás de cámaras. 13 reasons no resulta demasiado novedosa estructuralmente. De hecho, no es la primera –ni será la última- serie que comienza con un muerto, y que todo esto derive en la exploración de un submundo oscuro. Una de las referencias más obvias es Twin Peaks, de David Lynch que hace 25 años cambió la televisión. Acá el tratamiento es más “realista” y convencional. Detrás de la dirección están notables realizadores como Tom MacCarthy que le aporta calidez y humanidad a la serie, aun cuando sus capítulos son los más convencionales; Carl Franklyn, un veterano de Netflix le otorga sordidez a los episodios más fuertes; el cineasta indie Gregg Araki, se centra más en lo romántico y el despertar sexual, también es el que más experimenta visualmente, aun sin ser del todo transgresor. La actriz Helen Shaver sorprende con la estética de los capítulos que le toca dirigir, y Jessica Yu sale adelante a la hora de llevar los últimos episodios, que son lo más fuertes dramáticamente. El más regular es Kyle Patrick Álvarez que dirigió tres episodios en lugar de dos como el resto.
Atrapante, adictiva, irregular, con un interés que va increscendo, pero con desniveles narrativos, 13 Reasons Why plantea algunas respuestas a preocupaciones actuales de la sociedad estadounidense. Intenta que los personajes y la historia sean protagonistas, aunque es claro, que el tema supera el contenido, y eso provoca, que por momentos el interés y la empatía decaigan. Aún así hay un poco de regodeo en generar polémica, lo que es sano para el resultado final. Es imposible quedar indiferente, más allá de que posiblemente la arista más polémica, sea lo que supera el resultado audiovisual. Con ayuda de una dirección correcta y actuaciones de sólido nivel general, el producto termina siendo atractivo y emotivo.
Solamente queda por ver si es necesaria una segunda temporada -ya confirmada- para resolver los huecos e interrogantes narrativos, tanto los calculados como los accidentes. Hay elementos que quedan forzadamente abiertos y otros que no. Quizás debería ser mejor que así queden. Pero la estrategia de marketing es más fuerte. La repercusión para bien o mal fue lo que se esperaba.
13 Reasons Why es una serie necesaria y que tiene sus méritos para poder ver con los adolescentes. No hay que buscarle demasiadas vueltas narrativas o innovación visual. Es lineal –a pesar de ser narrada en dos tiempos obviamente divididos en el tratamiento visual, frío el presente, cálido el pasado- y conservadora en muchos aspectos, el cálculo y el efectismo le juegan a favor, y más allá del oportunismo, termina siendo un reflejo certero para reflexionar sobre la sociedad universal en la segunda década del siglo 21.
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