Entre lo anticuado y lo predecible
PUNTAJE: 4
Es innegable el impacto que tuvo House of Cards al momento de su estreno, desde su inicio como superproducción de una plataforma de televisión por Internet, la novedad de tener disponibles todos sus episodios simultáneamente, la presentación de actores de peso propios del universo cinematográfico como Kevin Spacey y un destacado director como David Fincher en los dos episodios iniciales. Esta primera e importante obra original de Netflix dejó su sello e hizo escuela del bingewatching, que sumado a las cuestiones mencionadas previamente llevaron a esta serie televisiva a conseguir un gran éxito y -por el momento- la realización de cinco temporadas.
El inconveniente que se fue acentuando en House of Cards es que todo lo que podía parecer novedoso tiempo atrás no desarrolló ningún tipo de evolución y se fue quedando en el tiempo. Tras sesenta y cinco episodios, esta creación de Beau Willimon resulta bastante anticuada, la cual no hizo más que conformarse y refugiarse en una fórmula exitosa y a lo largo de los años nunca innovó y no se reinventó de ninguna manera. Desde la típica muletilla en que su protagonista quiebra la cuarta pared y hace cómplices a los propios espectadores, hasta el manojo de trampas y telarañas de un entorno de crímenes y corrupción, todo cada vez fue resultando más predecible. Lo que solía ser un interesante thriller o drama político se fue tornando en una sarta de repeticiones donde las acciones resultan poco sorpresivas. Y esta quinta entrega, en vez de querer reformular estas bases narrativas, construye todo de un modo muy obvio.
Esto no quiere decir que la serie o esta nueva temporada sean malas, porque a pesar de no presentar variaciones interesantes en su narración, la obra es bastante llevadera y mantiene en vilo la tensión tras cada uno de sus episodios. Lo interesante de algunos de sus personajes o el posible paralelismo entre la ficción y ciertos hechos políticos y de actualidad también actúan como incentivo para conseguir que la historia no carezca de interés.
El problema más visible de House of Cards es su poca iniciativa por buscar nuevos rumbos en su desarrollo creativo y aunque la obra de Willimon sea correcta y tenga el plus de tener en su elenco a la enigmática pareja protagonista de Spacey/Robin Wright, la serie muestra un estado bastante obsoleto. Puede que todo esto se deba a la gran y extensa oferta de la televisión estadounidense (ya sea en los clásicos canales de TV o en las plataformas digitales) y que al ser tan destacada la competencia, esta obra quede muy por debajo que aquellos estándares creativos, pero -de todas maneras- es al menos llamativa la falta de ideas y como pasaron los años y cada entrega no se fue diferenciando narrativamente una de la otra.
En fin, esta nueva temporada de House of Cards se mantiene en el correcto nivel de sus predecesoras, pero sin modernizarse ni presentar nada nuevo, relevante o que proponga un salto de calidad. Entre sus excesos y grandilocuencia lo único que provoca es repetirse constantemente y no hacer otra cosa que cerrarse en un argumento repleto de tópicos pronosticables y un intento por enredarse narrativamente para que no se intuya que todo se desarrolle de una manera tan obvia como al fin sucede.
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