There’s a light that never goes out
PUNTAJE: 8
Tras cuatro temporadas, la serie original de AMC Halt and Catch Fire dijo adiós, y lo hizo en su mejor forma. Luego de un recorrido que comenzó en 2014 con una primera entrega que no convenció al público ni a la crítica (entre otras cuestiones, se dijo que ciertos personajes no estaban bien delineados y se parecían demasiado a otros protagonistas de shows icónicos como Mad Men), corrigió su rumbo, o más bien lo encontró, en una maravillosa segunda parte en la que hizo una movida arriesgada pero finalmente acertada: le puso el peso de la trama a las mujeres. Y a partir de ahí, con la brújula ajustada tuvo otro ritmo que la transformó en una gran serie dramática, injustamente subvalorada.
Esta última entrega comenzó con otro salto temporal importante, algo que ya había sucedido anteriormente. Son los años noventa y varios de los protagonistas están en lugares diferentes en sus vidas, o al menos eso parece. Las distancias físicas y las grietas emocionales se hacen eco en los proyectos profesionales que cada uno encara. Casi como si fuera un círculo en donde todo fracaso laboral los lleva a darse cuenta de que lo único que sigue ahí después de tocar fondo es el otro.
A pesar de estos escenarios planteados al comienzo de la temporada final, los creadores Christopher Cantwell y Christopher Rogers se las arreglaron muy bien para hacer girar la maquinaria narrativa y encajar cada historia ahí donde debía terminar: unidos por el amor, la amistad, la familia -la propia o la adoptiva-, aún a la distancia, pero con aprendizajes profundos y nuevos desafíos por asumir.
Con el correr de los episodios, muchos caminos de esta cuarta entrega conducen a un personaje: Gordon. Sin dudas, esta temporada fue la consagración de este hombre -interpretado impecablemente por Scoot McNairy- que siempre estuvo para todos, con sus falencias y sus virtudes, y que finalmente alcanzó la plenitud en su vida, justo a tiempo para disfrutarlo. El recorrido lo hizo sabio, lo hizo tolerante, y lo constituyó en un pilar para los que lo rodeaban. Su vida marcó con fuerza la de otros, especialmente la de sus seres queridos. En este sentido, su crecimiento y evolución a través de los años fue una hermosa reivindicación.
Haley, la hija menor de Donna y Gordon, es otro personaje central esta temporada. Es a través de esta jovencita conflictuada con su vida, con sus relaciones, con su sexualidad, que muchas tramas se disparan o se cierran. Su genio, al igual que el de sus padres, la lleva a crear Comet, un incipiente buscador al estilo Google, en el que todos ponen sus mejores y mayores expectativas. Pero son los hechos de su vida personal los que motivan a los demás a su alrededor a accionar. Y fue un placer ver su evolución.
Lo inevitable llega sobre la última parte: Donna y Cameron, a pesar de estar distanciadas, siempre estuvieron unidas por algo más que la sociedad laboral; su amistad es el hilo invisible de estas mujeres que se fortalecen al estar juntas, y su destino, cual Ave Fénix, renace para volver a reencontrarlas. El fracaso de Comet lleva a Joe a recapacitar acerca de su vida profesional, y el fin de su relación con Cameron, a replantearse su vida personal, lo cual resulta en que retome una nueva etapa, más tranquila, en donde quizás encuentre la paz interior que tanto necesitaba. Es así como el personaje que empezó en el camino típico del antihéroe, termina siendo una mejor persona, al aprender de sus errores, de las experiencias de sus amigos, y las diversas adversidades de la vida.
La última temporada de Halt and Catch Fire fue el resultado de aprendizajes adquiridos con los años, de decisiones de guión y estéticas acertadas, de desarrollo de personajes satisfactorios, y de actuaciones muy destacadas. La serie logró un nivel de gran calidad y una profundidad dramática que muchas otras envidiarían. Hasta la banda sonora acompañó perfectamente.
Se sabe que el final de una serie es clave. En el caso de Halt and Catch Fire, los showrunners supieron cerrarla perfectamente, de manera emotiva y con un mensaje esperanzador. Porque al fin y al cabo, si bien contaron el desarrollo tecnológico en el mundo de las computadoras a lo largo de dos décadas, era solo el contexto para relatar las historias de vida y las relaciones de estas personas. Quizás ahora, al terminar, obtenga el reconocimiento que merece.
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